jueves, 8 de julio de 2010

Había una vez un País

Foto: Julie King

No queda nada. Ni la sombra. Ni los restos. Alguna vez comparé a sus habitantes, los que aún le pululaban y mal-vivían, a los ciegos del libro de Saramago. Pero hoy, siglos despúes de su desaparición, así, en retrospectiva, me parece que no padecían de ceguera, si no de una extraña enfermedad del alma. La verdad es que nunca estuvieron saludables. Creo que desde sus comienzos ese país estaba destinado a desaparecer. La gente lo veía sólo como una postal a colores y se enorgullecía de sus paisajes, que en verdad, eran la envidia del mundo entero. Pero amor a la patria? amor a ese suelo? amor a ese cielo? amor a los frutos abundantes de sus tierras, mares, ríos? No, eso no. Hubo algunos que se atrevieron a amarlo, y pagaron ese amor con la burla de los bufones del rey, que digo, la burla de todos los bufones, sátrapas, y bandidos que siempre conformaron la corte de todos los reyezuelos, caudillos, tiranos, desde que el país osó llamarse país. O pagaron con su vida, o con su muerte,  o con el exilio, o murieron así, de mengua, gritándole a un montón de sordos.

Pan y circo a la orden del día: el reyezuelo reía cuando reían de él porque sabía que sus imbecilidades y procacidades constituían el verdadero circo nacional (me hace recordar a Nerón) así se entretenían todos mientras él los bañaba en ignominia por el solo hecho de seguir allí, aguantando su diarrea verbal, entre otras cosas insólitas en las cuales probó ser experto (insultar dividir insultar burlar mentir mentir mentir mentir destruir destruir destruir). A este último emperador lo llamaron Sabaneitor. No dejó nada en pié  de lo que alguna vez sirvió para algo bueno (vuelvo a recordar a Nerón y la quema de Roma...). El lumpen proletariat, sostén de la barbarie de esos años, repetía invariablemente en coro lo que Sabaneitor les cantaba a diario en sus interminables cadenas televisivas, especialmente cuando Sabaneitor les lanzaba nuevas víctimas al ruedo (sigo pensando en Nerón lanzándole los leones a los cristianos en el coliseo entre los aplausos del vulgo), descuartizándoles las vidas.

Y así mientras los que iban quedando en el país se volvían cada vez mas pequeños, mas ciegos, mas sordos, mas brutos, mas pendejos, mas insensibles, se fué secando todo, se fué muriendo todo...Primero se murió la poca civilidad, la poca moralidad, las pocas luces. Los pocos alumbrados fueron oscurecidos, o bajo tierra, o tras las rejas, o en el limbo. Las voces de la disidencia se perdieron en sus ecos. Nadie quiso enterarse de lo que le pasaba a nadie.

Y al fin, cuando Sabaneitor acabó con el petróleo, y la gente no podía comerse sus Blackberries (aparatos de moda en esa época con los que comunicaban a otros el YO TENGO, o soliloquio enfermizo llamado también "parejerismo"), y la tierra, el mar, los rios, las selvas, los llanos, ya no daban ni fruto ni animal ni piedra, y se habían agotado los restos podridos de las últimas importaciones de PUDREVAL (apéndice gubernamental encargado de racionar la hambruna nacional), los últimos sobrevivientes se comieron entre ellos tostados a pleno sol, sin nada más que la culpa para vestir sus ronchas de INDOLENCIA.

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