Acabo de regresar de unas largas vacaciones que incluyeron 10 dias visitando unas cuantas bellezas naturales en California, USA, que nos dejaron extasiados (a mi esposito y a mi) y del reencuentro con amistades del pasado, un par de las cuales creíamos perdidas (tanto las amistades como el pasado).
En un esfuerzo por recuperar las amistades y por darle una probadita a ese pasado que nos unió, nos auto-invitamos a casa de Tony a comer "pulpo a la gallega," que preparado magistralmente por nuestro otrora pana de la universidad, se nos quedó pegado al paladar por allá en 1995 y se quedó guardado también entre los mejores recuerdos de una época feliz, a pesar de las salpicaduras provocadas por uno que otro infortunio.
Tony sobrepasó las expectativas que teníamos esa noche preparando el mejor pulpo a la gallega que hemos comido en nuestras vidas. Mejor que el que él mismo preparaba en nuestros tiempos de Cornell. Y además, hizo gala de sus mejores dotes como anfitrión, en un reencuentro que se daba luego de 11 años de ausencias.
Recordar es vivir, dicen por ahí. Y mientras yo le observaba cocinar aquella maravilla, y según mi esposito, no dejaba hablar a nadie mas (yo, la cotorra de siempre), revivía nuestras tertulias vespertinas en nuestras respectivas cocinas en un tiempo en el que teníamos otros sueños y menos preocupaciones.
Me preguntaba por que se nos desapareció Tony de la vida, si compartimos pulpo y caraotas, arepas y café cubano, confidencias, alegrías, música y estudios, sueños y realidades, casa y cocina. Pero me alegré profundamente, de que a pesar de los años, de las canas, de las realidades, mas que de los sueños, de los kilos y de los kilómetros, el cariño, el aprecio, y los recuerdos compartidos, seguían estando allí, agrietaditos, si, pero fuertes y de pié.
En otra cena compartida en casa de nuestro generoso anfitrión, Josie, mi pana bella gringa, miembro de ese mismo club de recuerdos cornellianos, se sintió tan transportada a nuestros dias de Ithaca, que se preguntaba despues de la cena, cuando Tony y yo abandonaríamos la mesa para irnos a la terraza a fumarnos nuestro impelable y cómplice cigarrito. Algunas cosas cambian para bien...yo dejé de fumar hace mas de una década, y Tony quien sabe cuando lo dejó, pero como buen habitante del estado de California ya no tiene esos vicios. A cambio tenemos las canas, la bicicleta y los kilitos extra por aquello del vino.
Sirva esta nota para agradecerle a nuestros anfitriones Josie, Tony, Ana, Xavier y su esposa Liz, por unos dias maravillosos en San Francisco, Berkeley, Carmel y sus alrededores, etc, etc. Que vivan la globalización y los aviones, que vivan el vino y el chupe, las ostras y el ceviche, pero sobre todo, que viva el pulpo a la gallega, en nuestra barriguita!
Ver también: En mi cocina
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