martes, 13 de abril de 2010

Chicharrón y Sopa de Pez-cado


Dos largas semanas de descanso y de silencio. Me pican los dedos por escribir ALGO. Que me perdonen los que esperaban que hiciera una detallada bitácora de mi reciente viaje a Tailandia, porque no hay muchos detalles que referir. El largo viaje fué via Singapur a Koh Samui, una isla Tailandesa al sur de Bangkok. Me habría gustado un lugar más interesante, como Bangkok, pero la idea era DESCANSAR, así que estuvimos quasi-clavados en el hotel durante dos semanas disfrutando del dolce far niente, es decir, de la flojera en su máxima expresión. El nombre de esta entrada se lo debemos a las dos cosas más dignas de mencionar de nuestra aventura a esa islita verde, húmeda y extremadamente calurosa: La insolación sufrida en mis asentaderas (ergo Chicharrón) y la mayor cantidad de peces que he visto juntos en toda mi vida (sopa de pez-cado), ambas situaciones acaecidas el mismo dia durante un paseo a una isla vecina en el que mis posaderas (léase: nalgotas) me mantuvieron a flote durante dos horas en las que me entretuve descubriendo la vida marítima de las aguas del sureste asiático. El chicharrón fué el resultado de la escasez de protección solar restregada en mi trasero y la cantidad de horas que éste pasó expuesto a la inclemencia del sol en esas latitudes. No pude sentarme en tres dias y lo que sobró del fresco chicharrón es una tocineta gruesa y oscura con textura de cuero como el de los elefantes que tuvimos la fortuna de montar en la selva durante el mismo viaje. La sopa de pez-cado estaba bien caliente (temperatura del agua 30 C!), y la variedad y cantidad de seres, incluyendo unos corales nunca vistos, más toda la familia de Nemo, además de sus panas, incluyendo a un pequeño Bruce de metro y medio (para los que no vieron Nemo, Bruce es un tiburón) que nos revoloteó largo rato, me dejó soñando con una reecarnación como Ariel, la Sirenita. Lo que no puedo dejar de mencionar es la maravilla del servicio que recibimos, la calidad de las instalaciones en las que nos hospedamos, y la amabilidad sin límites de los habitantes de la isla. Regreso a casa de ese verde y azul exquisitos a un gris plomo insoportable. Pero con las baterías (y las nalgas) cargadas de sol (además de kilos). Nota al margen: De todas maneras no he visto mar mas hermoso, ni agua mas cristalina que de la nuestro Mar Caribe, especialmente las playas de nuestros Roques e islas aledañas (Blanquilla, Tortuga, Testigos).

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