jueves, 21 de octubre de 2010

Romance de 43 horas en Salzburgo

Sin dificultad, fuí convencida por mi husbie para pasar el pasado fin de semana en Salzburgo mientras nuestro vástago pasaba unos dias de vacaciones con sus abuelos. Mi husbie es un experto planificador de viajes de acuerdo a nuestro presupuesto correspondiente en cada oportunidad en la que podemos hacer una pausa en la rutina. Esta vez, como siempre, logró sorprenderme con su buen tino, tanto en la selección del hotel, como en la preparación del itinerario para tan breve estadía. Pero lo que más me sorprendió, fue la vieja ciudad de Salzburgo. Una joya arquitectónica de urbanismo europeo, que afortunadamente se salvó de la mayoría de las bombas que cayeron durante la segunda guerra mundial. Exquisito ejemplo del "savoir vivre," ese saber-vivir que se nota en muchas ciudades europeas pequeñas cuyos habitantes disfrutan de todo lo que éstas les ofrecen. Los cafés, originados en la vecina Viena, son el mejor ejemplo. Por supuesto no dejamos de tomarnos un Wiener Melánge acompañado de la Original Sacher Torte en el ambiente relajado y al mismo tiempo elegante y refinado que nos ofreció el café del Hotel Sacher, sucursal del original vienés. La música, como es lógico, es parte de la ciudad, tanto como el aire que se respira, por cierto este último muy limpio, gracias a que el transporte público, además de funcionar perfectamente, lo hace con electricidad, evitando así la emisión de gases que contaminan y destruyen el patrimonio construido. Estas cosas no deben sorprender a un europeo típico quizá...pero a mi, proveniente del caótico Caribe, no dejan de impresionarme. Volviéndo a la música... en cada esquina nos encontramos a alguién o algo rindiéndole homenaje al hijo mas ilustre de Salzburgo, Wolfang Amadeus Mozart. Pianistas, violinistas, conciertos programados para cada iglesia, convento, castillo, palacio o claustro, souvenirs, dedicatorias, museos. Una delicia para los sentidos. Una ciudad para recorrerla a pié, cruzando varias veces los puentes sobre el rio Salzbach, tan azul como el Danubio, agarraditos de manos en un romance que la ciudad le inspiraría hasta al más cínico.

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